No existe nada
que sofoque esta sensación
de zozobra
que me estrecha el corazón
en un cataclismo
de ansiedades contritas.
Mi penitencia es:
estar viva
persiguiendo estrellas
que con la nostalgia
se han vuelto perpetuas.
El final
es un buen principio
para mi memoria atolondrada.
Esta cicatriz
en mi costado derecho
es un buen ejemplo y testimonio
de aquella noche de mayo.
Bendito sea el insomnio
que me dejó tatuado
el olor de tu recuerdo.